¿Cómo
cambiar la crisis en oportunidad?
Preocupa la pasividad de muchos
gobernantes y líderes políticos para dar un viraje a la crisis y degradación
políticas que se respiran en México. El presidente Peña Nieto debe asumir el
liderazgo, pero los partidos y los otros poderes públicos deben hacer su tarea
desde el ámbito de su responsabilidad.
Ante la tragedia de Ayotzinapa
hubo algunas reacciones pero casi todas retóricas y con poca sustancia: crear
un pacto por la legalidad y la paz (cuando ya han fallado antes), formar una
comisión de la verdad (cuando lo importante es que la autoridad investigue y
castigue conforme a derecho) y el nada novedoso blindaje electoral que se
propone cada tres años. Todas ellas para salir del paso con los medios sin que
se ataquen problemas de fondo.
Para que la crisis se convierta
en oportunidad, se requieren acciones puntuales. Primero, que se haga justicia
en el caso Ayotzinapa. El procurador Murillo Karam ha encabezado una
investigación profesional y explicado con detalle parte de los hechos que
concluyeron en la tragedia. Ya se declaró auto de formal prisión al exalcalde
José Luis Abarca, pero aún falta una cadena larga de responsables por comisión
u omisión. El castigo debe ser como dice la ley: apegado a ella y sin
excepciones.
Segundo, el gobierno debe colocar
la seguridad y el Estado de derecho como sus prioridades. La agenda reformista
del gobierno será endeble mientras no se revierta el deterioro en ambos temas.
De no ser así, explotarán más Igualas en los próximos años y entonces no
tendremos ni seguridad ni tampoco reformas estructurales.
Tercero, debe aclararse el
escándalo de la “casa blanca”. La información disponible sugiere un grave
conflicto de interés. Si no se corrige este “error”, por llamarlo
eufemísticamente, el presidente corre el riesgo de que ese tema lo persiga el
resto de su vida, como lo hizo La Colina del Perro con el expresidente López
Portillo. No sólo eso, su gobierno puede quedar marcado por la percepción de
abuso y corrupción y los opositores a las reformas del Pacto por México ganar
la partida ideológica de que todas ellas fueron sólo negociaciones cupulares
para beneficiar a la “mafia del poder”.
El escándalo de la “casa blanca”
es muy delicado, no sólo por el presunto conflicto de interés que marcaría con
sospecha a la presidencia misma, sino también porque puede afectar el destino y
legado de esta administración, que ha logrado algunos cambios legislativos muy
benéficos para el futuro del país. No olvidar que el éxito de algunas reformas
del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) fueron opacadas por la
presunta corrupción del hermano “incómodo” que lo ha perseguido por 20 años, en
lugar de recordar sus acciones positivas como NAFTA, por ejemplo.
El primer beneficiario de que se
aclare este asunto es el presidente de la República, pues él mismo ha declarado
que todo es legal. Además de la información que provea la Oficina de la
Presidencia de la República, sería muy sano que el Congreso investigara e
invitara a los señalados en el presunto tráfico de influencias –funcionarios,
contratistas y la televisora– para aclarar las acusaciones que se han vertido.
Cuarto, el Congreso está obligado
a indagar los motivos de la cancelación de la licitación del tren
México-Querétaro. La explicación de que fue para darle transparencia al proceso
suena loable, pero debe investigarse. Hay dos cosas que no pueden ser verdad al
mismo tiempo: que la licitación se realizó conforme a la ley pero que aun así
faltó transparencia. La única explicación a esta contradicción sería que la ley
está mal y que no garantiza confianza e imparcialidad. Si ello es así, debe
explicarse y modificarse la norma antes de lanzar la nueva convocatoria. De lo
contrario queda la sensación que fue una decisión de cálculo político. Más que
Ayotzinapa, lo que asusta a los potenciales inversionistas en energía y
telecomunicaciones es la discrecionalidad y favoritismo que se percibe en el
sistema de licitaciones de obra pública en México.
Quinto, el Congreso también debe
reconstruir su propia integridad. Dar reversa a la libre asignación de fondos
del ramo 23 que hicieron los diputados la semana pasada (11 mil millones de
pesos) y que son los que han estimulado la cultura de los “moches”. En su lugar
que esos fondos sean asignados con base en estudios de impacto, factibilidad y
transparencia. Asimismo, los grupos parlamentarios deben dar ya cuenta del uso
y destino de las subvenciones que reciben y que suman cientos de millones de
pesos. Bien haría el Congreso en reducir sus gastos y dar un ejemplo simbólico
que sería muy saludable para contener la frustración en amplios segmentos de la
sociedad.
Sexto, los partidos pueden hacer
mucho. El PRD está en una lucha interna entre grupos. Ojalá sea un ejercicio de
exigencia y rendición de cuentas que reconstruya la ética política de ese
partido. Por su parte, el PRI está obligado a presentar ante el Congreso una
iniciativa de ley congruente con su solicitud de consulta popular rechazada: la
de reducir el número de legisladores plurinominales. Y yo añadiría: todos los
partidos deberían abrir a debate el sistema de financiamiento público que
además de oneroso, no ha contribuido a evitar que dinero privado de fuentes
desconocidas –incluido el crimen organizado– sea ya la fuente principal para
financiar campañas y un factor que ha detonado una mayor corrupción política en
México.
Finalmente, el PAN presentó una
muy buena propuesta para crear una Comisión Nacional Anticorrupción. Pero debe
acompañar sus dichos con hechos. Votó a favor de un presupuesto que incluye 11
mil millones de fondos de libre asignación que son propicios para la corrupción
que dice combatir; y ha sido sorprendente la pasividad de ese partido frente al
escándalo de la “casa blanca”. ¿Cómo creer que el PAN va en serio para combatir
la corrupción si ante hechos que pueden ser constitutivos de delito no toma la
batuta?
Hay cosas concretas que pueden
despresurizar el ambiente y reconstruir la legitimidad que el Estado mexicano
requiere para recomponer la gobernabilidad y la estabilidad. Estas no son las
decisiones que cambiarán la faz de México, pero sin duda ayudarían a transitar
estos momentos difíciles.
Twitter: @LCUgalde
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