Nueve reflexiones sobre Ayotzinapa
Luis Carlos Ugalde
1.
Ayotzinapa se convertirá en el símbolo de la indignación nacional y será
recordado en el futuro como lo fue la “noche de Tlatelolco” por varias décadas.
Alrededor de la tragedia de Iguala se desarrolla una narrativa de indignación y
coraje por la corrupción, la impunidad y el abuso del poder. Ya no importan las
causas reales y quiénes son los verdaderos culpables: en el imaginario popular
la noche de Iguala es la tragedia de un México de violencia, desigualdad y mal
gobierno. La protesta va más allá de los 43 desaparecidos. Cada día, cada mes y
cada año que pase sin saber la verdad será gasolina para alimentar la protesta.
Ésta bajará de tono con el paso del tiempo, o bien, se mezclará con otros
grupos y movimientos y podría desembocar en protestas más violentas.
2.
Claramente hay un círculo de activistas con agenda propia que lucran con la
tragedia humana y exacerban los sentimientos populares; claramente hay grupos
radicales que han existido en Guerrero desde hace décadas y que ven una
oportunidad histórica para hacer una lucha revolucionaria; pero también hay
miles y quizá millones en México que están del lado de los débiles porque del
otro lado han visto impunidad y abuso por décadas.
3.
Al margen de lo que ocurra en los próximos meses con la investigación que
ofreció el gobierno, la reunión de los padres de los normalistas con el
presidente Enrique Peña Nieto es un hecho positivo. Después de que el gobierno
fue acusado hace un año de no atender el caso a tiempo y de ser indiferente
ante el dolor de los familiares de las víctimas, este acto da la señal de que
se busca ser más empático y continuar la investigación.
4.
El pliego petitorio de los padres de Ayotzinapa comunica dos mensajes
fundamentales. Primero, la exigencia de que el jefe del Ejecutivo esté –por
razones políticas y morales– del lado de la verdad y usar todos los medios para
conocer los hechos tal como ocurrieron. Segundo, que el Estado reconozca los
errores cometidos y haga lo necesario para enmendarlos.
5.
El hecho de que la investigación continúe abierta refuta la “verdad histórica”
del exprocurador Jesús Murillo Karam. Ahora el gobierno tiene la responsabilidad
de explicar qué pasó con esa versión, sobre qué bases fue fundada y qué implica
que esa explicación avalada por el gobierno hace pocos meses sea ahora
cuestionada. Se requiere aclarar quién engañó a quién. Si el procurador lo hizo
con el presidente de la República o si engañaron al propio procurador. En ambos
casos habría un problema muy grave de actitud o de desempeño profesional y
legal del exfuncionario que debe ser investigado y, en su caso, sancionado.
6.
Ahora bien, puede ser que el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes (GIEI) carezca de solidez y de pruebas –en realidad es una
auditoría de la investigación– y que ese sea el origen del cuestionamiento: que
una auditoría endeble sea más potente para derribar la “verdad histórica” –no
porque tenga méritos científicos o periciales– sino simplemente porque el
gobierno carece de toda credibilidad, aun y cuando su investigación haya sido
profunda y sólida. Mientras el gobierno sea incapaz de defender con argumentos
su versión de los hechos, prevalecerá el cuestionamiento. Es tanta la falta de
confianza en la autoridad, que cualquier dicho o estudio –al margen de su
solidez– es suficiente para poner de rodillas al trabajo de la Procuraduría
General de la República.
7.
Si el gobierno está obligado a la verdad, tenemos que renunciar a la exigencia
de que esa verdad sea además “políticamente correcta”. No se puede descartar,
por ejemplo, que algunos de los estudiantes hayan estado involucrados con el
crimen organizado o que, sin su conocimiento, el quinto camión haya traído
consigo algún cargamento de droga. La búsqueda de la verdad abre una variedad
de posibles resultados que tenemos que estar listos para aceptar. Pero si parte
de la nueva verdad histórica implica narrar el papel de algunos estudiantes con
el crimen organizado –si ese fuera el caso– la versión será rechazada con mayor
furia.
8.
Se comenta que el procurador Murillo habría transmitido a los padres de los
normalistas que había un quinto camión que fue abandonado por los estudiantes
en cuanto lo sacaron de la Central de Iguala y que podía contener un cargamento
de heroína. Se dice que los padres habrían solicitado mantener la información
confidencial para no criminalizar a los jóvenes. Que el gobierno habría sido
receptivo a cambio de que la protesta se moderara. Si esa explicación fuese
cierta, es necesario saberlo. Ser condescendiente con el dolor de los padres y
ocultar parte de la verdad no exime de responsabilidad a la autoridad que haya
transado. Tampoco exime a los padres de su responsabilidad moral.
9.
La verdad es una de las vías para cerrar la herida de Iguala, incluso a costa
de que el gobierno acepte que fue un crimen por omisión del Estado o que diga
que fue debido a un pleito entre cárteles con todas las implicaciones de
pérdida de confianza y legitimidad que ello trae consigo. La otra vía es
reconstruir el sistema de justicia. Resolver Iguala es resolver el abuso, la
corrupción y la impunidad. Sin ese rostro de impunidad, el gobierno –los
gobiernos– no estarían pagando el costo político que ahora enfrentan.
Twitter:
@LCUgalde